El viernes 15 de octubre, en la Festividad de Santa Teresa de Ávila, el Icono Peregrino de Nuestra Señora de Czestochowa visitó Ávila en el Hudson, la casa principal de las Hermanas Carmelitas de los Ancianos y Enfermos.
Pareciera que cada semana llega con un nuevo informe de un grupo solicitando “compasión” para acabar con aquellos que están con alguna discapacidad grave o cerca del final de su vida natural. Esta orden de Carmelitas fue fundada para cuidar a aquellos hermanos y hermanas que tristemente, y cada vez con más frecuencia, son tratando como si fueran desechables. En un libro publicado antes de su elección como el Papa Francisco, el Cardenal Jorge Mario Bergoglio expresó lo siguiente: “En esta sociedad consumista, hedonista y narcisista estamos acostumbrándonos a que existan personas que son desechables”, entre ellos los ancianos. 
El futuro Papa escribió: “Dios debe contentarse mucho con los ancianos porque aquellos que son piadosos con sus padres son abundantemente bendecidos”.
Las Hermanas se sintieron especialmente honradas con la visita del Icono Peregrino de la Virgen Negra, patrona de la Campaña en Defensa de la Vida De Océano a Océano. La recibieron con las Completas (oración de la noche) y siguieron con una veneración en silencio. Cada Hermana fue tocada de manera especial e íntima con la visita de la Madre de Dios, y de manera particular se sintieron especialmente atraídas por la belleza del Icono.
Al día siguiente, guié a las Hermanas en la recitación del Santo Rosario por la Vida. Durante la misa, expliqué la historia del Icono de Nuestra Señora de Czestochowa, y el significado de su réplica en la lucha en la defensa de la vida para derrotar la cultura de la muerte. Terminé mi homilía con estas palabras: “En muchas ocasiones pareciera que la cultura de la muerte gana la batalla. El movimiento provida ha recibido muchos golpes. Pero todavía existe la esperanza. Sabemos que con la ayuda de Nuestra Señora, que aplasta la cabeza de la serpiente, Dios triunfará y las fuerzas del mal no prevalecerán”.
Como era mi cumpleaños, las Hermanas hicieron una torta que disfruté antes de retirarme a mi parroquia, Santo Tomás Moro en Fairfield, Nueva Jersey. Las Hermanas me aseguraron que orarían por mí, por el trabajo de Vida Humana Internacional y por el éxito de la peregrinación.