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En la mañana del 22 de agosto, en la festividad de María Reina, el Icono de Czestochowa llegó a la Catedral de Lodz, asistido por la policía y la caravana de Katyn Rally. El arzobispo Wladyslaw Ziolek, acompañado por cerca de cien sacerdotes recibió a Nuestra Señora. La reunión fue básicamente para los consagrados y religiosos.

Sin embargo, muchos laicos acudieron también al evento. Todos formaron una multitud que llenó la catedral para venerar a María.

Una vez que estuvieron dentro de la catedral, una terrible tormenta se desató, con pesada lluvia y fuertes vientos, a pesar de eso, nadie resultó herido.

Exactamente al medio día se realizó la santa misa bajo la dirección del arzobispo Wladyslaw Ziolek, asistido por un amplio número de sacerdotes. El padre Wieslaw Pyzio, provincial del convento de los frailes franciscanos menores, realizó la homilía. Él hizo notar que hoy vivimos en tiempos de grandes oportunidades y de paz, pero seguimos sintiendo desesperación por el futuro. La humanidad está cayendo en el sin sentido. Ese es el resultado de la pérdida del conocimiento de la vida y de la comprensión de quién es el hombre cuando perdemos nuestra fe en Dios. Vivimos en un mundo donde la cultura de la muerte ataca continuamente y de manera global, esparciendo mucho temor. Por un lado tenemos mucho miedo, pero por otro tenemos gran esperanza que nace de la nuestra fe. Cristo lo dijo claramente: “Por eso les he dicho: `Ustedes morirán en sus pecados´. Porque si no creen que Yo Soy, morirán en sus pecados”, (Juan 8, 24). La vida sin Dios es una vida sin esperanza y provoca desesperación. María es nuestra esperanza y Ella tiene el gran privilegio de otorgar gracias divinas. Nuestro encuentro con Ella es una gran oportunidad para nosotros de renacer, para que nuestra existencia humana pueda ser dignificada.

¿Qué antiguas virtudes han permanecido con nosotros hoy en día? Sólo la fe y el culto a la Bendita Virgen María, y con estas bases se puede reconstruir el resto, escribió Henryk Sienkiewicz en la Trilogía del rejuvenecimiento de corazones. Y citando a san Maximiliano, la homilía terminó con este mensaje: “No tengamos miedo al amor. Debemos desear el amor. Siempre que el hombre viva con amor en su corazón, todo puede cambiar”.

El santo rosario meditado fue dirigido por las hermanas religiosas de distintas órdenes. Después de una despedida solemne y emotiva, el Icono de Nuestra Señora salió de Czestochowa.

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