Los Caballeros de San Columba se despidieron de Nuestra Señora de Czestochowa, luego de dos semanas y cerca de 1424 kilómetros. Los Caballeros finalmente entregaron el Icono de Nuestra Señora a los amigos de Irlanda.
Se había solicitado con anterioridad a los Caballeros de San Columba para que asistan en la visita de Nuestra Señora en todos los lugares del Reino Unido. Todo el trabajo se realizó con prontitud, los conductores designados estaban en sus sitios y la administración estaba lista para llevar a cabo su responsabilidad.
Era tarde aquella noche del jueves, 8 días antes de salir, el teléfono sonó y la llamada era para solicitar ayuda urgente. El conductor que debía asegurarse de llevar el Icono a su destino, tuvo que retirarse. ¿Qué se podía hacer? Como fieles Caballeros de San Columba, hicieron frente al problema. Se enviaron correos electrónicos y se realizaron llamadas telefónicas, y en 24 horas se encontraron nuevos conductores dentro de la orden.
Se dispuso para que Hermanos de la misma orden, con el consentimiento del Caballero Supremo, sean conductores y custodios de Nuestra Señora en su permanencia en el Reino Unido.
Los Caballeros de San Columba, es un grupo de laicos católicos, entre las edades 16 y 90 años, que se organizaron en 1933 en Glasgow en Escocia, para asistir en la doctrina social de la Iglesia Católica, llevando a cabo sus funciones con orgullo en cada una de las sedes, vestidos con collares de la orden.
Los Caballeros en el Reino Unido también son miembros de la Alianza Internacional de los Caballeros Católicos, I.A.C.K., así como nuestros Hermanos Caballeros de Columbanus de Irlanda y los Caballeros Americanos de Columbus.
El 6 de noviembre del 2012, los conductores del tráiler que custodiarían a Nuestra Señora, el Dr. Tom Ward y el Sr. Edmund Adamus, la recibieron en el muelle del puerto de Dover. La jornada comenzó en la Catedral de Canterbury, luego se trasladó a Ramsgate y por último a la Catedral de Westminister. Desde el principio, notamos que Nuestra Señora había llegado con gran poder, ya que las personas que pasaban en carro la miraban y veneraban, mientras que las que pasaban por la acera, se detenían a arrodillarse juntando las manos en oración. Esto crecía día tras día, en su viaje desde Dover al sur hasta el norte en Glasgow.