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Según una antigua tradición, algunas mujeres piadosas de Jerusalén solicitaron al evangelista san Lucas que realizara una pintura de la Bendita Virgen María. En el siglo IX, el Icono de Nuestra Señora y el Niño Jesús apareció en Rusia.

En el siglo XIV, llegó a manos del príncipe de Polonia. Un día, mientras viajaba, el príncipe decidió subir a lo alto de una montaña a orar.

En ese momento, Nuestra Señora se le apareció y le dijo que quería que el Icono fuera venerado en la ciudad de Czestochowa, que es donde la imagen ha estado desde 1382. Es conocida también como la Virgen Negra, debido a los residuos de hollín que han ennegrecido la imagen de Nuestra Señora con su Hijo. De manera frecuente se atribuyen distintos milagros a la intercesión de Nuestra Señora de Czestochowa. Por ejemplo, a fines del siglo XVII hubo una serie de epidemias devastadoras que se expandieron por toda Europa, incluida Polonia. Sin embargo, la ciudad de Czestochowa no fue afectada por ninguna de ellas. El 14 de septiembre de 1920, el ejército soviético se asentó cerca del río Vistula, para prepararse a invadir la ciudad de Varsovia. Debido a esto, las personas se volcaron a la Madre de Dios. Al día siguiente, las tropas abandonaron el campamento, después de que se apareciera la imagen de la Virgen en las nubes de la ciudad. Los polacos recuerdan este hecho como El Milagro de Vistula. Este fin de semana, nosotros hemos recibido en nuestro santuario una réplica de la Virgen Negra, como parte de la peregrinación de la imagen, para implorarle a Nuestra Bendita Madre para que restaure la santidad de la vida humana y del matrimonio.

En la primera lectura de hoy, en el libro del Eclesiástico, leemos: “humíllate más… hallarás la gracia de Dios”. Esto es necesario para la santificación, tanto personal como colectiva. Ciertamente debemos hacer todo lo posible para cambiar las mentes y los corazones de todos a favor de la santidad de la vida humana desde el momento de la concepción, y de la santidad del matrimonio entre un hombre y una mujer. Sin embargo, si creemos que podemos realizar esta misión de manera solitaria, por nuestros propios esfuerzos, nos engañamos a nosotros mismos y estamos llenos de orgullo. De hecho, debemos ser humildes y orar a nuestro Señor por medio de la intercesión de la Bendita Madre, para que de esta manera se establezca, en nuestra nación y en el mundo entero, la cultura de la vida.

¿Qué es exactamente la virtud de la humildad? ¿Significa que debemos dejar que los demás caminen encima nuestro? Como la beata Colomba Marmion enseña, la humildad es “ante todo, una actitud del alma hacia Dios… que inclina al hombre a aceptar su posición en su relación” a Dios. Más todavía, la humildad está fundada en la verdad, mientras que el orgullo se funda en la mentira. La persona humilde reconoce que depende de Dios para todas las cosas, mientras que el orgulloso reclama una falsa independencia de Dios. La base fundamental para la humildad es reconocer que por nosotros mismos no somos nada. Como leemos en Hechos de los Apóstoles, es en Dios que “vivimos, nos movemos y existimos” (Hechos 17, 28). Por lo tanto, dependemos radicalmente de Dios para nuestra propia existencia. En el evangelio de san Juan, nuestro Señor también nos dice: “Yo soy la vid y ustedes los sarmientos… fuera de mi, ustedes no son NADA”, (san Juan 15, 5). Es realmente cierto que sin el regalo de la gracia, nosotros no podemos hacer ni un acto meritorio. Esto es real tanto para nosotros como individuos y como parte de la sociedad y de las naciones.

En este mundo moderno, muchos de los líderes, incluido los nuestros, están llenos de orgullo, rechazan a Dios mientras piensan que pueden hacer todo cuanto gusten lejos de la ayuda de Dios. Así también, en muchas naciones, incluida la nuestra, la santidad de la vida humana y la institución del matrimonio están bajo constantes asaltos. Es por eso que la peregrinación De Océano a Océano de la réplica del Icono de Nuestra Señora de Czestochowa es una manera de hacernos despertar y reaccionar, a la iglesia militante, a ser humildes e implorar a la Madre del Cielo para que nos ayude a transformar el mundo y nos aleje de la cultura diabólica de la muerte y nos lleve a la cultura de la vida, centrada en Cristo. Podemos hacer esto si humildemente nos ponemos en oración, ante ella, ante este icono hermoso que está en nuestra presencia por este fin de semana; también mediante la penitencia que incluye el ayuno; y, como nos lo recuerda la primera lectura de hoy, mediante la limosna a los pobres y otras obras de misericordia físicas y espirituales.

Debemos tomar fuerzas en el salmo responsorial de hoy, el Salmo 68, porque escuchamos que Dios es “padre de los huérfanos y defensor de las viudas… él le da casa al desamparado, y lleva a los prisioneros a la prosperidad”. Y también llevemos en el corazón las palabras de nuestro Señor en la parábola del evangelio de hoy, “quien se enaltece será humillado, y quien se humilla será enaltecido”.

Que la Humilde Esclava de Nuestro Señor, Nuestra Bendita Madre, nos ayude a escuchar el llamado de atención de Nuestro Señor, como dice el verso: “aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón”. Si nosotros, como Cuerpo Místico de Cristo en la tierra, esperamos crecer en humildad mediante las oraciones, la penitencia y las obras de misericordia, el Espíritu Santo comenzará a transformar nuestra nación y el mundo, hacia la cultura de la vida y santidad, y nos ayudará a experimentar las palabras del salmo del día de hoy: “los justos se alegran y se regocijan ante Dios”.

“Entonces la paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar, tomará bajo su cuidado los corazones y los pensamientos de ustedes en Cristo Jesús”. (Filipenses 4, 7)

“Oren sin cesar. Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús”. (1 Tesalonicenses 5, 17-18)

Por favor, recordemos a las pobres almas: que el Señor les conceda el descanso eterno, y brille sobre ellos la luz perpetua.

Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz.

Padre Richard Carr
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