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El padre Marcos Paulo Cestare de Souza, de la parroquia Nuestra Señora de Aparecida, vicario episcopal de la cuarta región pastoral de la diócesis de Presidente Prudente, preparó con gran esmero la recepción solemne de Nuestra Señora en el Icono de Czestochowa en su ciudad. Durante la ceremonia, pronunció la siguiente homilía:

Hoy tenemos un motivo más para reflexionar sobre lo que significan la resurrección y la vida eterna. Ayer recibimos la noticia del fallecimiento del papa Francisco. Un hombre que dedicó su vida al amor, a la compasión y al servicio de los más pobres.

La tristeza que sentimos es profunda, pero también es un llamado a la esperanza. Una esperanza que se renueva con la certeza de que él ya está inmerso en el amor de Dios.
El Papa Francisco nos enseñó a ser luz del mundo, a transformar el dolor en amor, y ese es el llamado que debemos continuar. La resurrección de Cristo nos da la certeza de que la vida eterna nos espera y que quienes parten, como el papa Francisco, siguen viviendo en Cristo.

En este contexto de reflexión y esperanza, también celebramos con gran alegría la presencia del Icono peregrino de Nuestra Señora de Czestochowa en nuestra parroquia. La Virgen Negra, conocida en Brasil como Nuestra Señora del Monte Claro (de Jasna Gora), es un símbolo de protección e intercesión. Ella nos recuerda que, incluso en tiempos difíciles como durante la Segunda Guerra Mundial cuando fue considerada tradicionalmente la protectora de Polonia, no estamos solos.

La Madre de Dios nos acompaña, nos guía y nos fortalece. Así como María Magdalena acudió a Jesús en su dolor, nosotros también somos invitados a volvernos hacia la Santísima Virgen María, la Virgen Negra, pidiendo su intercesión en los momentos de sufrimiento y tristeza.

El icono de Nuestra Señora de Czestochowa es un tesoro espiritual que nos invita a reflexionar sobre la fe que tenemos en María, la Madre que nos acoge en todo nuestro sufrimiento. Ella es la abogada que nos conduce a su Hijo, la que nos consuela y nos da fuerzas para enfrentar las adversidades de la vida. Al contemplar su imagen, recordamos el amor materno que nos rodea; ese amor que nos consuela y nos da el valor para actuar.

¡Queridos hermanos y hermanas! Al celebrar la Octava de Pascua, estamos llamados a experimentar la alegría de la resurrección, la esperanza de la vida eterna y el consuelo que proviene de la presencia de la Madre de Dios en nuestras vidas. Que podamos, como María Magdalena, reconocer a Jesús en nuestros corazones y llevar esa alegría al mundo. Que la luz de la resurrección ilumine nuestros caminos y que el testimonio del Papa Francisco nos inspire a ser instrumentos de paz y justicia.
Celebremos, entonces, la vida, aunque a veces venga acompañada del dolor.

La vida eterna nos espera, y con cada acto de amor que realizamos, construimos un legado de esperanza.

¡Que Nuestra Señora de Czestochowa nos guíe y nos proteja siempre!

¡Gloria a nuestro Señor Jesucristo!

¡En el nombre de la Santísima Trinidad! ¡Amén!

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