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Una hora más tarde llegamos al centro de la ciudad de Santander donde teníamos una Misa a las ocho y media en la Parroquia de la Anunciación (la Compañía), muy cerca de la catedral, presidida por D. Álvaro –párroco de la misma.

Como sobraba algo de tiempo, se la estuvo paseando por el centro de la ciudad y hacia las ocho llegaba a la Parroquia del Cristo, lugar más apropiado para aparcar el vehículo. Hacia las ocho y cuarto salía en procesión junto con unas cincuenta personas hacia dicha parroquia, que dista de ella muy pocos metros, cantando y dando testimonio público de María como Madre de la Vida, Madre del Salvador.

Esta celebración había sido organizada unos cuatro días antes, ya que no era seguro que pudiéramos disponer del icono más de un día, pues se estaba a la espera de que una diócesis vecina diese contestación de si quería recibirla o no. Por ello, creíamos que vendrían muchas menos personas. ¡Cuál no sería nuestra sorpresa y gran alegría al contemplar la Iglesia a rebosar! Este templo era mucho más grande que el del día anterior. Estaba abarrotado, lleno de la misma devoción y recogimiento, la misma emoción y sentimiento de oración.

La celebración fue vivida con gran solemnidad, acompañada musicalmente por el organista de la catedral que como polaco sacó los mejores registros del órgano e interpretó en un determinado momento el himno de la Virgen de Czestochowa, emocionando a los polacos que estaban presentes. Él también lo estaba y eso nos lo transmitía con su música. Se vivía un mismo sentir en torno a ella, un gran deseo de que la Vida con mayúsculas entrase en nuestra diócesis a través de María.

El párroco me comentaba posteriormente que se había sentido muy emocionado, pues nunca se había vivido nada igual en la parroquia. Incluso estaban presentes muchos jóvenes, algunos de ellos leyeron las lecturas y las preces (Miguel, responsable de la pastoral universitaria, leyó la primera lectura; Isabel y Ángel, leyeron las peticiones). A pesar del poco tiempo y las preparaciones apresuradas salió todo como si lo hubiéramos previsto con mucha antelación. María nos allanaba el camino y nos facilitaba todo lo necesario para que sus hijos se encontrasen con ella.

La colecta de este día también iba destinada a costear los gastos que pudiese generar la peregrinación y de nuevo se puso de manifiesto la generosidad de todos los que allí estaban.

Al igual que el día anterior, rezamos la Oración por la vida de Juan Pablo II. Un solo clamor se levantaba ante la Virgen para que la cultura de la Vida reinase en el mundo. Se terminó con el canto de la Salve. Las personas tardaron en salir de la Iglesia, parecía que no querían marcharse.

Esa noche permaneció en la Parroquia de La Anunciación. ¡¡Qué mejor parroquia para ello con tal advocación!!

A la mañana siguiente, jueves 20 de diciembre, se abrió la parroquia a las 8:30h para poder orar ante el icono. A las 11:30h se iniciaba el rezo del Santo Rosario seguido de la misa parroquial de 12h. Muchos fueron los que se acercaron a rezar esa mañana. Muchos se arrodillaban ante el icono para elevarle una súplica a la Madre. Sorprendía el fluir de personas en una mañana cotidiana, llena de trabajo y actividad en la ciudad. Al ser una hora tan mala, considerábamos que íbamos a vivir un acto mucho más íntimo y con menor asistencia. Una vez más nos vimos sorprendidos por la respuesta y esto no hacía más que emocionarnos y darle las gracias a la Madre por permitir que tantos hijos se pudieran encontrar con ella.

El rezo del Rosario fue realizado por siete mujeres que están colaborando en la Asociación Cántabra Provida, a través de la cual apoyan a las madres embarazadas, y a madres y familias con hijos a su cargo cuando se encuentran en situaciones de dificultad. Fue un momento muy profundo. Una de ellas, que sólo había podido participar de este día, enviaba un mensaje al día siguiente que decía: “fue precioso. Lo que sentí no acudir antes, pero ayer fue un rayo de luz y esperanza, fue…no hay palabras. ¡Qué suerte o qué providencia!”

A continuación, comenzó la misa parroquial que terminó con un acto de consagración a María, a quien encomendamos la construcción de la civilización de la vida y del amor. Para nosotros, se nos había anticipado la celebración de la Navidad. Cristo había nacido en nosotros a través de María, Virgen de Czestochowa. Seguidamente acompañamos al icono hasta la zona de la Catedral, donde nos esperaba el vehículo para trasladarlo al monasterio contemplativo de Religiosas Carmelitas Descalzas de Torrevieja.  

Antes de marchar, me surgió espontáneamente transmitir a los que allí estabámos que la Virgen se marchaba, partía hacia otro lugar, pero nos quedábamos nosotros. Ella había hecho nacer la Vida en nuestro corazón, había hecho nacer a Cristo. Ahora nos tocaba a nosotros en Santander restaurar todo en El y hacer que la cultura de la Vida fuera una realidad. Había tristeza en los rostros, emoción,…pero al mismo tiempo la certeza de haber vivido una experiencia imborrable que no nos dejaba indiferentes.